Luego de medio siglo de luchas internas e invasiones extranjeras,
durante poco más de treinta años la nación vivió un periodo de paz,
tranquilidad y progreso al que se ha llamado Porfiriato (1876-1911) y,
en Atzcapotzalco, bien se puede decir que se vivió y recibió los
beneficios de ésta: “La Paz Porfiriana”.
Un ejemplo de lo anterior se
dio en el año de 1899, cuando a este territorio se le otorga la
categoría de prefectura política siendo nombrada como “Atzcapotzalco de
Porfirio Díaz”, acción diplomática que permitió a la población estar
bajo el cobijo del gobernante. Para algunos, esta acción les permitió
realizar negocios pingües en el ramo de los bienes raíces, como es el
caso de la sociedad de trabajadores del periódico El Imparcial, quienes
entre los años 1900 y 1910 fraccionan los terrenos de la Hacienda de
Clavería y otros pertenecientes a Ángel Zimbrón, para edificar la
moderna y afrancesada colonia de El Imparcial.
Sin embargo, no todo
fue especular con los terrenos de Atzcapotzalco ya que la paz social
permitió a la población trabajar sus tierras y, en el caso de las
haciendas y ranchos a medias o por jornal, obteniéndose la recuperación
económica. La producción de forrajes, carnes y leche es tal, que es
posible sacar grandes volúmenes de estos productos por medio del
ferrocarril para su consumo en la ciudad de México.
La llegada del
caballo de hierro a Atzcapotzalco coadyuvó a la instalación de varias
factorías en su territorio, como lo fueron los molinos de trigo y dos de
las industrias más importantes: la Fundidora de Hierro y Acero y la
pequeña refinería de la Mexican Eagle Petroleum Company.
Con la
instalación del tranvía y la construcción de las colonias Aldana, San
Alvaro y El Imparcial, Atzcapotzalco es incorporado a la ciudad de
México, lo que conllevó a dotar a la población de una serie de mejoras y
servicios para su bienestar, en 1878, al instalarse el telégrafo entre
la ciudad de México y Cuautitlán, se conecta una terminal con el
gobierno y policía de Atzcapotzalco; en 1891 se inaugura el Palacio
Municipal; para 1896 el tianguis que cada jueves se celebraba en la
plaza de armas es reubicado debido a las mejoras que se realizan en la
misma para transformarla en un jardín dotado de pórtico, con dos
hermosos leones sobre pedestales, jarrones y un quiosco octagonal, de
tal tamaño que por debajo de él transitaban los camiones, ya que su
estructura de hierro fundido se levantaba sobre las aceras y la calle
que dividían en dos al jardín.
A la llegada del nuevo siglo se
inaugura el mercado hecho de alma de acero llamado Siglo XX, ubicado en
la esquina de las calles Tepanecos y Porfirio Díaz; se dotó de luz
eléctrica a la villa mediante un contrato con la Compañía de Fuerzas
Hidroeléctricas de San Idelfonso y se hicieron mejoras en el rastro de
la localidad; en 1904, se llevan a cabo las obras para dotar de drenaje y
de agua potable a la cabecera, se canalizan zanjas y se alinean y
componen calles y caminos, además se construye una enfermería y un
depósito para cadáveres; para 1905, se introduce el tranvía eléctrico.
Para
1910, la población en Atzcapotzalco fluctuó entre los 10 785 y los 12
500 habitantes, de los cuales 7 500 se concentraban en la cabecera y
barrios adyacentes. Contaba con dos escuelas superiores: José Rosas
Moreno y Vicente Alcaraz, de niños y niñas respectivamente, más diez
escuelas elementales para el servicio de sus niños y jóvenes.
Para
las fiestas del Centenario del inicio de nuestra Independencia, además
de los festejos de rigor, se inauguró la avenida del Centenario, la cual
va a ser alumbrada por la compañía alemana Siemens and Salske, y por
donde tendrá ahora su salida a la ciudad de México el tranvía.
En
Atzcapotzalco, con su calma provinciana, el santo silencio era roto de
vez en cuando por los pregoneros que anunciaban sus productos de viva
voz: “tierra pa’las macetas; chichicuilotes tiernos; jamoncillos, dulces
de leche, pepitorias, charamuscas, alegrías, cómprelas este día;
gorrioncillos pecho amarillo, verdines cantadores, cómprelos
güerita...”. Además, dicen las consejas, que el Señor Presidente de la
República acostumbraba pasar varios días en Atzcapotzalco descansando en
la casa del señor Zimbrón, y pasear por el camino de los Ahuehuetes
para celebrar días de campo bajo la sombra de su fronda.
En 1914, por
orden del Primer Jefe de la Revolución: Venustiano Carranza, y entre
saqueos carranclanes, nuestra localidad deja de ser prefectura y pierde
su denominación de “Atzcapotzalco de Porfirio Díaz”.
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